El Manuscrito de San Florián

Conoce mi novela El Manuscrito de San Florián,
mi libro de poemas Todas las Vidas
y mi volumen de relatos Fotos de Ciudades que Amanecen

Etrevista a Cristina Cocca sobre su libro "Claroscuro para pintar un cuadro"

Presentación del libro en Manzanares (Ciudad Real). 
Con Antonio Huerga a la izquieda y Fermín Fernández Belloso  a la derecha





Cristina Cocca: "Cuando el cuadro te sacude, te emociona, te deja en los ojos la impronta del alma. Y le escribes a ese cuadro porque es una forma de expresar con palabras todo lo que sientes al mirarlo"

Hablamos con Cristina Cocca, toda una veterana en nuestro “Rincón de las Letras”. Ha publicado recientemente el Libro “Claroscuro para pintar un cuadro” por el que ha obtenido el premio “Ciega de Manzanares”. En él se ha propuesto explorar las relaciones entre poesía y pintura; de estas relaciones hablaremos largo y tendido, y también de otros muchos temas que no habíamos tenido ocasión de comentar en anteriores entrevistas, y a los que este nuevo poemario ha dado pie,  como su actitud hacia el costumbrismo, el papel de la ambigüedad en la poesía y su compromiso con la naturaleza.

¿Qué sentiste cuando te dijeron que habías ganado el premio “Ciega de Manzanares” por este libro?

El premio se me concedió en el año 2013. La entrega fue inmediata a la notificación. El libro se publicó por el ayuntamiento de Manzanares al año siguiente y volví a acudir a esa ciudad para presentarlo en esas fechas de publicación. Creo recordar la emoción que me produjo la noticia como algo muy especial porque se puso en contacto conmigo todo el jurado de entonces y hablé con el presidente del mismo, que es un poeta premio Nacional de poesía, y su elogio hacia el libro me permitió valorar mucho su opinión. En fin, fue muy emocionante. 

¿Supone para ti un premio de especial importancia?

El premio “Ciega de Manzanares” tiene solera, lleva muchos años convocándose y lo han conseguido poetas de renombre y de muy alta calidad. En La Mancha hay mucha tradición literaria y el Ciega es uno de los más afamados certámenes. El hecho de ser premiada en esa tierra del Quijote, que yo he recorrido muchas veces con ese amor con que la observo y la siento, me parece de vital importancia.

¿Cómo se te ocurrió relacionar poesía y pintura en un poemario? ¿De dónde te vino la idea?


La pintura y la poesía, también lo son todas las artes creativas, son convergentes, se alían, 
se juntan, se revuelven, unas derivan de las otras, otras son el alimento de muchas, todo las lleva a relacionarse, son como los amantes que nunca se separan. Pero en mi caso fue fácil porque desde pequeña estuve inmersa en un mundo de cuadros y dibujos, de bocetos, de colores, de paisajes y retratos, de tintas, óleos, barnices. Hasta el olor de las pinturas llegaban a mis poemas, lo sentía en mis palabras, lo olía en mis versos. Simplemente porque mi padre era pintor y vivía siempre rodeada del color y la textura de los lienzos. 

¿Qué aspecto o característica común crees que relaciona más ambos artes?

Ya lo dije antes: todo. La pintura es visual pero también puede ser hermética para los ojos porque debes ahondar en los cuadros para entender lo que dicen. La poesía es pensamiento y debes visualizar sus palabras. La poesía y la pintura se complementan, se acarician y hacen un amor a veces de forma desgarrada y otras suavemente. Eso lo dije ya: son amantes que jamás se separan.


¿Cuándo ves un buen cuadro resulta inspirador para escribir un poema?


Cuando el cuadro te sacude, te emociona, te deja en los ojos la impronta del alma. Y le escribes a ese cuadro porque es una forma de expresar con palabras todo lo que sientes al mirarlo.

¿Qué te inspira más para escribir: un buen cuadro, una buena pieza musical o un buen poema de otro autor o autora?

Los poetas tenemos la suerte de nutrirnos de los clásicos y a veces algún otro autor nos acude a los ojos y quisiéramos escribir ese poema que hemos leído. Pero creo que todo poeta tiene su propia voz sin tener influencias de otros. La inspiración puede venir después de escuchar una música o escuchándola mientras escribes y viene hacía tus palabras como un fuego, como una metralla de tristeza, como un vuelco del corazón y parece que esa música te dicta cada verso. Y con respecto a los cuadros, ya lo he dicho antes: primero miras y después lo sientes en tus palabras.

Los encuentros amorosos del libro tienen lugar en un entorno de cotidianidad. Cito por ejemplo: “ … y por la mesa el vino derramado / como un pequeño arroyo de nostalgia” “Sobre el desayuno nos vuelan mariposas…” ¿Crees que con este libro has terminado adentrándote en una suerte de poesía costumbrista?
Presentación  del libro en Madrid. Con Jorge de Arco
y José López Martínez

No exactamente. Una vez dije que toda la poesía es costumbrista cuando hablas de lo que 
te rodea, lo que ves, lo que vives. Pero cada elemento que nombras se enlaza con lo trascendente, te desnuda, te hace pensar que hay algo más allá de una mesa, una mariposa, el desayuno que tú pones de ejemplos. Hay que mirarlo todo como si fuera lo más interior, lo más recóndito del pensamiento, la metáfora más visual que representa la vida en su dimensión más profunda, la idea que tienes, el mundo en que te mueves, el aliento con el que respiras.   

¿Qué crees que puede aportar el costumbrismo a la poesía?


Público de la multitudinaria presentación en Madrid
La palabra “costumbrismo” es francamente peligrosa para aplicarla a la poesía. Se tiende a pensar en algo vulgar, de todos los días, de cosas simples y cotidianas, como si no tuvieran espiritualidad, trascendencia, que fueran más allá de unos pensamientos que abarcaran solo los problemas diarios de una vida normalizada en unas costumbres simplificadas. Creo que la poesía debe ir más lejos y no solo reflejar aquello que es la rutina de la vida.

El escritor italiano Camillo Boito afirmó una vez que la luz y la alegría del mundo hacen al pintor y, por el contrario, el dolor al poeta. Yo, particularmente, he visto esta idea bastante reflejada en tu libro. ¿Tú qué opinas?

Es que los pintores también reflejan la oscuridad y la oscuridad a veces se une al dolor. Los 
poetas pueden reflejar la luz en sus palabras y no necesariamente tienen que hablar del dolor. Tenemos fama los poetas de que nos quejamos mucho de las penas del ser humano, que lloramos mucho, que nos desgarramos. ¿Y los pintores no? Yo he visto cuadros que me han sobrecogido y no justamente por hablar de alegrías.

Yo, en este libro, he creído interpretar el desarrollo de una historia de amor entre una poeta y un pintor, en la que el conflicto se produce a causa de la actitud un tanto Tánatos de ella frente a la un tanto Eros de él. Sin embargo, afortunadamente, la historia parece acabar bien a juzgar por los últimos versos del poemario en los que la influencia del pintor parece triunfar sobre el carácter melancólico de la poeta. “Me enseñaste a ser alba y media tarde / (o a habitar el crepúsculo /  casi cuando amanece)” ¿Cómo ves esta interpretación mía un tanto atrevida y aventurada?
Víctor Schivert: la modelo y el pintor
Es atrevida pero no aventurada tu interpretación. En mi libro hay una mezcla de personajes. Algunas veces me dirijo en segunda persona hacia el objeto amoroso que es quien pinta y otras veces es en primera persona quien lo hace. En su totalidad, sea quien sea el pintor, es un homenaje a la pintura de forma generalizada. Tanto el objeto amoroso como esa primera persona que habla en el poema, son los que son capaces de crear un mundo plástico en donde se envuelven las palabras. Y tanto es el amor físico o espiritual que representan como el amor hacia el arte en sus más conocidas manifestaciones como son la pintura y la poesía. Hay poemas esperanzadores como hay poemas negativos tanto en la relación amorosa como en la parte de la creación pictórica. Ahí está el contraste y la lucha entre Eros y Tánatos.

Me ha gustado mucho la composición “los pájaros del frío”, ya que se trata de un poema simbólico sujeto a la libre interpretación del lector, porque ¿qué son los pájaros del frío? Yo particularmente, hasta he creído ver un posible sentido social en el mismo ¿Te gusta jugar con la ambigüedad en tu poesía?
Marc Chagall: pájaros

Sí, hay poemas donde la ambigüedad es fundamental para dar a cada lector la oportunidad 
de interpretar e interiorizar lo que más le emocione, que pueda formar su propio mundo, que los objetos nombrados o sensaciones expresadas puedan dar lugar a reflexiones de pura ensoñación o de pura realidad. Los pájaros pueden ser tanto como una forma de pensamiento como símbolos de todo lo que entristece al ser humano, todo lo que le hace sufrir, la desesperanza, la enfermedad, la injusticia social, lo que lleva al ser humano a un camino hacia la muerte que es la negación, la falta de libertad, la pobreza.

En el poema “perspectiva de luz desatada” hablas de un incendio forestal (o eso he creído interpretar yo) ¿Ha sido alguna de tus intenciones al escribirlo realizar algún tipo de denuncia sobre la destrucción de la naturaleza?


Vincent Van Gogh: dos figuras en el bosque
Odio todo lo que signifique destrucción de la naturaleza. De ella nos nutrimos y nos engrandecemos. El amor hacia ella es el valor del ser humano. Quien no la ama creo que es menos humano.
En mi poema hablo de un incendio tal como es, en él estoy siendo testigo de un hecho demencial como es la destrucción y que puede simbolizar también la destrucción de los valores del universo. Pero en mi poema, como ves, sobrevive una hoja que quiere volver a la vida porque nada puede destruirse del todo: siempre existe la esperanza de un renacimiento en todos los sentidos de la vida.

 ¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Proyecto un libro que estoy escribiendo sobre una temática muy especial que de momento no voy a desvelar porque ignoro si seré capaz de realizarlo intentar dar salida a otro libro inédito. Es lo que tengo entre manos.


(vuelan grises los pájaros del frío)

Volvieron ya los pájaros del frío.
Trazaron una ruta
de ausencia por el largo trayecto del otoño
y un transcurso de nieve en el paisaje.
Regresaron por fin
con un hondón cavado entre las alas
y palidez de amianto en su plumaje.
Ocuparon el hueco más oscuro del nido,
las mañanas sin luz para su vuelo,
el tacto de la luna creciéndole en los ojos.
Repartieron  sudarios por los árboles
mientras enmudecían los cipreses
y fueron desahuciados los rosales.
Vinieron desde todas las esquinas,
las calles anegadas
con un color de barro las baldosas,
desde el hastial azul de la tormenta
y la desnuda herrumbre de los trenes.
Vinieron con el sol
temprano del crepúsculo
y la helada ceniza del regreso,
desde el maullido triste de los gatos
y los telares rotos de las nubes.
Cambiaron la esperanza por trozos de memoria
neveros derrumbados la tristeza,
un batir de metales sus latidos.
Tejieron una urdimbre de escarcha
encima de las fuentes
y con lluvia nutrieron su alimento.
Desolados sus cantos amatorios,
sabían que eran pájaros
de oscuridad y olvido,
que siempre nos herían
el trascendido instante de una lágrima.
Llegaron arrasando hacia el invierno
y enlutaron la bruma de la tarde
mientras sobre la piel
se encallaban las grietas del asfalto
y aquel humo tardío de antiguas chimeneas.
Y entonces les borramos de golpe los relojes,
impedimos su hechizo,
incendiamos las negras madrugadas.
Vinieron para ardernos la derrota
pero no nos dejaron su corazón de hielo.

Y así nunca tuvimos constancia de la muerte.


Cristina Cocca