El pasado octubre, volví a entrevistar a Cristina Cocca en “El Rincón de las letras”, programa de radio sobre literatura en el que colaboro.
El motivo de esta nueva entrevista, no demasiado separada en el tiempo de la anterior, fue la concesión a la poeta del premio Amantes de Teruel por su poemario “La Herdad de la Luz”. Un galardón de reconocido prestigio que la consagra, sin lugar a dudas, como una de las voces más significativas de la poesía española actual y que reafirma su influencia en las generaciones jóvenes (y no tan jóvenes) de nuevos creadores.
Esta vez, centramos nuestra conversación en su nuevo poemario y hablamos de su lirismo, su musicalidad, su romanticismo y de su mágica capacidad de convertirse, a veces, en máquina del tiempo.
Tanto la poeta como yo esperamos que esta entrevista sirva al que ha leído el libro para comprenderlo un poco mejor y, sobre todo, consiga animar a leerlo al que todavía no ha hecho.
P: ¿Qué sentiste cuando te comunicaron que había ganado el Certamen Nacional de Poesía Amantes de Teruel por el poemario “La Heredad de la Luz”?
R: Lo normal de todo ser humano: alegría y también sorpresa porque nunca te crees del todo que puedas ganar. Los poetas tenemos muchas dudas, no estamos convencidos de que nuestra poesía sea buena y a veces, sentimos pudor al concursar pensando que quizás somos muy osados al intentar competir en un certamen.
P: ¿Cuál es tu actitud hacia este premio? ¿Se trata de un galardón más de los muchos que has obtenido o lo consideras, en cierto modo, el premio a toda una trayectoria?
R: No es un premio al que pueda considerar así, es uno de los premios que he ganado a través de mi trayectoria tanto vital como poética (que a veces se confunden y se hermanan). Para mí es uno de los premios que más cariño le tengo porque por él pude conocer Teruel, que es uno de los lugares más maravillosos que existen.
P: Analicemos un poco el poemario. Se trata de un libro estructurado en tres partes que se corresponden con tres momentos del día: la noche, la tarde y la mañana. Y estos momentos, a su vez, simbolizan diferentes cosas, como estados de ánimo, actitudes vitales, recuerdos etc. ¿Crees que con este libro te has adentrado de algún modo en la poesía simbolista?
R: La noche puede simbolizar el final de la luz. Cuando llega la noche, hay una recuperación de la interioridad. No hay distracción posible como cuando todo está iluminado. Con la noche llegan las pérdidas y a veces no reconoces el lugar de los objetos que controlan tu vida. Estás contigo mismo, separado de la realidad.
La tarde poco a poco va desfigurando los contornos de las cosas; existe la tristeza de quien se sabe entre dos luces; se ignora si es el preludio de la muerte; se descubre la ausencia y el silencio. El paso del tiempo nos acorrala, se llega a la conclusión de que existe el vacío. Llega poco a poco la culminación de la luz sin que apenas te des cuenta.
La mañana es un renacer. La nueva luz borra la angustia y se recupera lo perdido pero, a la vez, se reflexiona sobre que nada es verdad, que es casi un espejismo de esperanza y, aunque la hayas recuperado, solo te ha dejado el poso de lo imposible.
P: Y respecto a los símbolos. ¿Cómo crees que los has manejado? ¿En tu opinión, son de carácter universal o más bien de tipo personal? Me explico, cuando hablas por ejemplo, de la noche, intentas referirte a ella tal y como se vive en nuestra sociedad y en nuestra cultura o más bien cómo la vives tú personalmente?
R: Todo puede ser simbólico. Expreso algo más allá de la realidad tangible, visto la idea con la sensibilidad del “yo” (casi acercándome al romanticismo que al simbolismo), hablo de la realidad de manera indirecta y ambigua pero la enlazo con elementos cotidianos para también hacerlos símbolos de vida, de tiempo, de muerte, de sueños. Idealizo. Entonces, aunque todo es universal, forzosamente tengo que personalizarlo porque escribo en primera y segunda persona, a veces en tercera, y además el título habla de “heredad”, ¿con ello me adueño totalmente de la luz o quizás la comparto con mis lectores? Ese es el misterio.
P: En este libro se aprecia una gran nostalgia y una especie de fuerte deseo de regresar al pasado, tal y cómo se apreciaba también vivamente en “Mujer de esta memoria”, tu anterior poemario ¿Hasta qué punto crees que existe relación entre este libro y el anterior?
R: Todos mis poemarios son casi secuelas de los anteriores. Todos están divididos en espacios, habitaciones, órdenes de lugares de manera arbitraria como intentando separar cada sentimiento, cada momento vital, cada reflexión sobre la vida. En todos hay nostalgia, como en este del que hablamos, porque siempre habrá un paso del tiempo inexorable que nos aprisiona y siempre habrá un pasado que nos convoca.
P: Me ha gustado especialmente el poema “Regreso a Camelot” tal vez porque yo mismo en sido muy aficionado a las leyendas artúricas de niño y adolescente. ¿Por qué has utilizado el tema artúrico como motivo de este poema? ¿Tienen que ver tal vez los mitos de la juventud y de la infancia con ese intento de regreso al pasado? ¿Es para ti la evocación de estas leyendas un medio para conseguirlo, un especie de máquina del tiempo?
R: Tú lo has dicho: la máquina del tiempo. Todo regresa a lo mismo que hemos vivido. En este poema de Camelot, describe un sueño del ser amado (no olvidemos que casi todo el poemario es de temática amorosa). Y describe los mismos sentimientos amatorios con la misma sensibilidad pero con otros climas, otras connotaciones, otros ambientes, con el aderezo de hechizos y magia, de brumas y misterios.
P: Estoy bastante de acuerdo con tu prologuista Alfredo Piquer Garzón en cuanto a que el poemario en su conjunto resulta muy musical. ¿Crees que has trabajado en este libro especialmente la musicalidad de los poemas?
R: Como buena melómana que soy. Aunque para tener musicalidad no es necesario serlo, basta con utilizar la adecuada técnica y el lirismo que impulsa y determina el estilo de cada poeta.
P: Piquer en el prólogo dice textualmente lo siguiente:” Cristina Cocca no tiene prisa en acabar los poemas, escribe poemas largos, lo que equivale a decir poemas literariamente bien desarrollados…” ¿Te considerarías en este sentido una poeta impura en contraposición a los y las poetas llamados puros que buscan el poema corto y la síntesis?
R: Soy impura a veces. Me parece fundamental el desarrollo del poema que demuestra dominio del oficio poético, pero me gusta también ser otras veces totalmente esencial. No sé con qué quedarme, la verdad.
P: Si algunos o algunas de nuestros lectores quisieran adquirir el libro porque no pudieron asistir a la presentación que tuvo lugar el 23 de octubre en el Círculo de Bellas Artes, con Francisco Caro como presentador y como coordinador del acto, Alfredo Piquer, ¿qué tendría que hacer?
R: Simplemente, el que desee el libro puede preguntarte a ti por mi e-mail y ponerse en contacto conmigo.
DESDE DÓNDE
Desde qué sombra vienes,
de qué silencio.
Cuántas tardes de lluvia te regresan
y me otorgan los restos de un naufragio.
Qué ausencia me enceniza los nidales
ocultando la lumbre de tus alas.
Desde dónde me acuden las palomas
buscando mi alimento, tus semillas de sal,
tus manantiales.
Desde dónde me alejas, desde cuándo.
Qué olvido,
qué hoguera,
qué mar y llamarada,
qué noche se me enciende en la cintura.
Bajo cuántas ventanas me desvistes,
hacia qué sueños
conduces mis abrazos.
Qué lámparas derrocas,
qué iluminas por dentro de mis ojos,
hacia qué luz diriges tu tristeza.
De qué palabra vienes,
a qué callado fuego te abandonas.
(Del libro: “La heredad de la luz”, Premio “Amantes de Teruel” 2013)